Corría el año 1921 cuando se publicó la Real Orden que otorgaba un elevado presupuesto estatal para la construcción del puerto de Burriana, impulsada por el político Jaime Chicharro. Para la realización de tan importante empresa se decidió crear una cantera en la cercana población de La Vilavella, justo en la zona donde yacía la ermita de San Sebastian, sin importar que esta acabara siendo destruida. Tras varios años extrayendo piedra, la actividad quedó suspendida con la llegada de la Guerra Civil. Pasada la contienda, se finalizó el puerto utilizando bloques de hormigón restando la cantera completamente abandonada.
A finales de los años 70 se aprovecha el espacio aledaño para la creación de una zona deportiva con trinquete, campo de fútbol y gimnasio, pero con la llegada del nuevo siglo, comienzan los problemas de desprendimientos que obligan a tomar diversas medidas de limpieza y protección. Es en la última de estas actuaciones en la que se decide aprovechar el saneamiento de la roca para construir una vía ferrata que ponga en valor la zona. Una vía ferrata es un itinerario deportivo que transcurre por macizos rocosos y que está equipado mediante peldaños, cable y diferentes elementos artificiales con el objetivo de facilitar la progresión, normalmente estás rutas nos permiten acceder a cumbres o enclaves que se sitúan a cierta altitud.
La ferrata de La Vilavella o de “La Cantera”, con sus más de 130 metros de recorrido y los 100 de altura, ofrece unas increíbles vistas del área de la plana. El primer tramo de la misma discurre a través de una senda protegida con línea de vida que nos acerca hasta el inicio de la pared, desde de aquí, una serie de peldaños nos permitirán ganar altura hasta la llegada de un corto, pero emocionante, puente tibetano. A continuación, una travesía lateral y una pasarela de tablas nos permitirán contemplar el gran vacío bajo nuestros pies, quizás este sea el paso mas excitante de la vía. Una vez finalizada la travesía podemos optar por acabar el ascenso a través de un tramo con cierta verticalidad y pequeños desplomes, o bien descender hasta la instalación de un rápel de 25 metros.
El culminar la ferrata por su parte superior nos permite contemplar el castillo milenario que preside el cerro y, seguidamente, descender por una agradable senda que conecta con el casco histórico de la población, donde destacan las estrechas calles de origen musulmán y la ‘nueva’ ermita de San Sebastian, construida después del derribo de la original en el año 1934.
El acceso a la ferrata es público pero para enfrentarnos a este reto debemos poseer los conocimientos adecuados para la progresión por la misma además de disponer del material necesario: arnés, casco, disipadora, cuerda seguridad, etc. Con los monitores titulados de Nucs podrás descubrir esta y otras vías ferratas de la provincia de Castellón de una forma amena y segura.